En el último mes, ha habido una serie de “matanzas”, “catástrofes”, dramas en general que han hecho saltar la alarma social. Probablemente, cada día en el mundo ocurren enfrentamientos armados o desastres que acaban con la vida de miles de personas y ni siquiera nos enteramos. Pero, ¿cuál es el aspecto decisivo por el que se rigen los medios de comunicación para informar de una noticia y no de otra? ¿Porqué si han ocurrido dos desgracias que acaban con casi el mismo número de muertos no recibimos la información por igual?
La realidad es que hay noticias que “importan” más para el mundo occidental y otras que menos. ¿Qué es más importante que un piloto estrelle un avión y mate a 150 personas o que en Kenia se produzca una matanza de 149 estudiantes cristianos? ¿A qué vida le damos mayor relevancia?
Durante estos días, mediante todos los medios de información disponible hemos tenido acceso a toda la información sobre el accidente de Germanwins y sobretodo, acerca del co-piloto: exámenes médicos, psicológicos, multitud de profesionales dando información más o menos relevante, realizando perfiles psicológicos con una fundamentación cuestionable en algunos casos. Horas y horas de debates sobre por qué alguien acaba realizando este tipo de actos.
Luego, por contraposición, tenemos la desgracia de Kenia y sus estudiantes. No es de extrañar que haya personas que aún ni se han enterado, ya que la información ofrecida por estos mismos medios es bastante escasa. He leído muchas noticias en las que ni siquiera se informa de datos tan relevantes como que, aunque inicialmente el ataque fue indiscriminado, luego los asaltantes yihadistas dejaron salir a los estudiantes musulmanes, ejecutando después a los cristianos. ¿No es de recibo especificar un dato, que puede abrir un claro en el porqué de este ataque?
La realidad es que podemos saberlo todo del accidente de avión: vida y “obra” de pasajeros y tripulantes, fotos de redes sociales de todos los que por desgracia se encontraban en ese avión, y toda clase de especulaciones sobre cómo fue, como se sintieron los pasajeros o como se sentía este co- piloto que decidió acabar con la vida de 150 inocentes. Pero si hablamos de Kenia, con” dos párrafos” al respecto en un periódico digital ya vale.
Y por todo esto, yo me pregunto ¿Cuánto vale una vida? Posiblemente, dependerá del lugar de donde provenga.
Quiero dejar claro que mi intención no es restarle importancia a una noticia frente a la otra, sino tratar de reflejar como dos desgracias son tratadas de manera tan diferente. ¡Y eso que vivimos en la era de la información!
La verdad, Vanesa, tienes toda la razón, y aunque no lo has querido comentar lo comentaré yo, las vidas occidentales valen mucho más que cualquiera, y lo más fácil es mirarse a sí mismo y girar la cabeza a las demás cosas. Todas las tragedias son horribles, pero coincido conigo en que todas deberías ser tratadas por igual.