Las emociones han sido desde siempre esas grandes postergadas, pero forman parte de lo que somos, de nuestra realidad, y marcan nuestro aprendizaje, nuestra forma de relacionarnos, nuestra manera de caminar por la vida, son las que rigen en buena medida nuestras reacciones y nuestra conducta.
(El sueño de Alicia, Eduardo Punset)
Las emociones nos acompañan desde pequeños, da igual donde vivamos, de qué raza seamos o del momento de la historia que estemos viviendo, las emociones siempre han estado y estarán ahí.
Tal como vamos conociéndonos vamos descubriendo nuestras emociones.
Tomando como guía el Emocionario de Cristina Núñez y Rafael R. Valcárcel y como ejemplo la vida de un recién licenciado con ganas de trabajar pero sin encontrar trabajo, vamos a describir un poco lo que puede pasar por su mente y las emociones que puede ir sintiendo mientras pasan los días. Actualmente, son muchos los jóvenes que pasan por esta situación.
“El joven Antonio acabó su carrera después de varios años de sacrificio.Cuando obtuvo su último aprobado, Antonio estaba lleno de felicidad, estaba satisfecho consigo mismo, había alcanzado su objetivo, tenía estudios superiores y su vida iba a cambiar.
Antonio se unió a la lista de desempleo y con ilusión, con esperanza de encontrar un trabajo y con mucho entusiasmo, dejándose llevar por todos sus sentimientos de alegría y euforia, es decir, con un desbordamiento de energía positiva, hizo su mejor curriculum y empezó su búsqueda de trabajo. Buscó empresas que le pudieran contratar, trabajó cartas de presentación, viajó a otras ciudades para no cerrarse puertas en ningún lugar y también buscó la oportunidad en empresas que no tenías que ver con lo que había estudiado, pero las ganas de trabajar eran más grandes que la preferencia por un trabajo en concreto.
Pero los días fueron pasando. Pasaron los meses y el joven todavía no había encontrado su primer trabajo. Su euforia se había desvanecido y la ilusión y el entusiasmo habían disminuido. Después de tanto tiempo, Antonio empezó a sentir inseguridad, ya le faltaba confianza en sí mismo, ya no lo veía todo tan fácil.
El aburrimiento se apoderaba de sus días, esa mezcla de fastidio y cansancio que surge cuando no se hace nada, cuando nada satisface, se estaba adueñando de él. Había perdido la ilusión. Esa pérdida le hacía sentir irritado, ya nada le resultaba agradable, le molestaba todo, no sabía qué hacer, siempre lo mismo, los días unos copias de otros. Ya estaba tenso, nervioso, impaciente y perdía la calma con facilidad.
Antonio estaba triste, pensaba que ya no sabía hacer nada de lo que había aprendido en tantos años de carrera, nadie le había dado la oportunidad de practicar lo que había estudiado, estaba más inseguro que nunca, tenía miedo, miedo a que si por casualidad lo llamaran para trabajar, no supiera hacer nada. Sentía gran desamparo, es decir, se sentía desprotegido, “si tuviera que hacer algún trabajo me sentiría solo porque siento que nadie me puede ayudar” decía. Creía que debería saber qué hacer y ahora mismo no sabía nada de nada.
La decepción inundaba sus pensamientos, creía que al tener una carrera podría tener un buen trabajo, antes todo pintaba muy bonito, “harás una carrera, estudiarás mucho y así tendrás un buen trabajo”. Todo era mentira, llevaba un año y medio sin trabajar después de haber acabado.
Sus esperanzas estaban perdidas, “no valía para nada”, el tiempo estaba pasando y no había cumplido sus objetivos. Ahora la tristeza y la autocompasión invadían su mente. En ocasiones sentía ira, seguido de remordimiento porque lo pagaba con las personas que tenía a su alrededor. Ya no podía controlar sus emociones, pero ninguna de ellas era positiva. En un mismo día pasaba por la frustración, la culpa, la tristeza y el odio a sí mismo. Sentía antipatía, asco hacía sí mismo por el hecho de no tener trabajo, de tener que depender de sus padres a pesar de la edad que tenía.
El túnel parecía no tener fin…”
Todos nos hemos sentido así alguna vez, creemos que finalizar una licenciatura o grado nos hace ser mejores y únicos hasta que vemos la dura realidad en el mercado laboral…nos sentimos » tontos » y la idea de llegar a trabajar alguna vez la vemos tan lejana… No debemos ponernos barreras a nosotros mismos, dejar a un lado las inseguridades y los miedos y luchar por lo que queremos conseguir. No es fácil pero lo podemos lograr, tenemos toda una vida para equivocarnos y rectificar.
Enhorabuena por el Blog, no dejáis de superaros y engancharnos más..